12 septiembre, 2006

Trapecio


Estoy colgada….veo todo al revés…lo bueno parece malo, y lo malo; ya te darás cuenta. No se si me realidad esta invertida o el mundo giro si avisarme.
Si te miro, primero veo tu boca, tus ojos no están presentes desde donde te estoy mirando…pero están ahí, y tal vez no los quiero ver, porque si los veo voy a ver la realidad, la que me muestra que veo todo al revés, y yo no quiero, quiero que el mundo se equivoque, no yo…quiero que sea mi realidad la real, y no la de los otros…
Estoy colgada…y así me quiero quedar…para ver solo tus labios, nada mas que tus labios; no me preguntes por que, no niego estar equivocada, solo digo lo que quiero ver…
Estoy en un trapecio, y cuando me de vuelta y vea todo como vos lo ves, no voy a poder dar marcha atrás, por eso me resisto…estoy colgada….dejame acá…dejame verte así…diferente a los demás, al revés…a mi derecho (o a mi izquierda) con mi realidad, esa que solo es mía, porque yo me la invente….
No me des vuelta…dejame así…estoy colgada…pendiendo de tu mente, en mi trapecio imaginario…en mi lugar…

2 comentarios:

Javier Delfino (javoc) dijo...

Vamos niña tus textos se ponen cada vez mas ricos. Necesitamos mas de tu prosa. saludos.

Anónimo dijo...

Las aventuras del Osito Totito, el Travieso

http://www.labondiola.com.ar/publishing/lvll/pictos/totito.gif

Como todos los años, el osito Totito veranea en Punta Cachalote, la playa top de los osos más cancheros. Claro que el osito Totito nunca fue un oso canchero, pero encajaba bien en Punta Cachalote ya que todo oso canchero necesita un osito Totito de quien mofarse. Y como al osito Totito le gustaban las tortillas de papilla, era el centro de todas las bromas y algún que otro botellazo de pickles; el osito Totito, tan buenazo, en lugar de enojarse se agachaba feliz y recogía los pickles uno por uno, y los agregaba a sus tortillas de papilla, salvo los cebollines que no eran de su agrado. Totito, incluso, se esforzaba porque lo humillaran y así obtener más pickles.

Ocurrió un día que el osito Totito, tan despistado pobre, bajó a la playa sin haberse puesto la malla, y todas las osas estallaron en carcajados porque Totito no tenía pito, sino un trébol de tres hojas que hacía juego con sus ojotas de mimbre. Enseguida apareció el oso Terence que luego de escupirle un carozo de damasco en la oreja le afeitó las cejas, le ató catorce botellas de pepinillos en vinagre a las patas, y lo arrojó al mar desde el muelle.

Viéndose perdido, lo único que atinó a decir el osito Totito fue “qué feliz que soy, de morir rodeado de quienes me quieren en esta playa paradisíaca”.